
En aquel tiempo, Jesús echó a andar delante, subiendo hacia Jerusalén. Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles: -«Id a la aldea de enfrente; al entrar, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", contestadle: "El Señor lo necesita".» (Lc 19, 29-31)
Sorprende la localización de la escena evangélica, en la que aparecen cuatro localizaciones, como si el autor sagrado quisiera fijar el acontecimiento de manera especial e histórica en cuatro coordinadas. Jerusalén: El templo del Señor, donde tendrá lugar la entrega del Señor; Betfagé: Donde se secó la higuera, fin de la sinagoga; Betania: donde Jesús fue agasajado; falda del Monte de los Olivos, donde Jesús rezaba.
El relato detalla: “Jesús echó a andar delante”, y bien sabía a dónde iba. En otra ocasión el Maestro había dicho: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16, 24). Y me resuena el texto teresiano: “Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir: es ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero” (Vida 26, 6).
PENSAMIENTO
Es condición de discípulo no mirar para atrás, sino fijar los ojos en quien nos precede, el Maestro
PROPUESTA
El Evangelio nos invita a ponernos en camino, detrás de Jesús, hacia Jerusalén, con el testigo en la mano, el ramo de olivo.
CUESTIÓN
¿En tu camino espiritual, avanzas poniendo los ojos en Jesús, o mirando a los lados, a ver cómo caminan los demás?